La congregación de los Legionarios de Cristo ha emitido un comunicado en respuesta al documental «Marcial Maciel: El lobo de Dios», que exhibe los abusos de su fundador. En el texto, la organización admite errores históricos, reitera su perdón a las víctimas y se compromete a seguir acompañándolas y reparando el daño.
Durante décadas, el padre Marcial Maciel fue una figura de gran poder en la Iglesia católica, considerado un «líder ejemplar» y «el mayor recaudador de fondos de la Iglesia moderna». Sin embargo, el documental vuelve a exponer la red de abusos sexuales, engaños y complicidades que se ocultaban tras su imagen pública.
Reconocimiento y Disculpa
En su comunicado, los Legionarios de Cristo expresan su «profunda solidaridad y cercanía» con las víctimas y reconocen su «incapacidad inicial de creer los testimonios», así como el «largo silencio institucional» y los «titubeos» al informar a sus miembros. También piden perdón por estas deficiencias que aumentaron el dolor de las víctimas.
El documento también hace un recuento de las advertencias internas que se dieron contra Maciel desde los años 50 y la lucha de exmiembros que, a partir de 1997, hicieron públicas sus denuncias.
Acciones y Cambios en la Congregación
La congregación subraya que desde hace más de 15 años ha implementado cambios estructurales, incluyendo protocolos de prevención y atención a víctimas, formación sobre abuso de poder y rendición de cuentas. Asimismo, el documento precisa que el Capítulo General de la congregación decidió en 2014 que Marcial Maciel no puede ser considerado un modelo de santidad. En 2020, el papa Francisco reiteró que su comportamiento delictivo impedía ponerlo como ejemplo.
Sobre el documental, la Legión de Cristo afirma que la productora los contactó en 2022 y que participaron en entrevistas por «responsabilidad y transparencia», aunque no tuvieron acceso al contenido final. Manifiestan su preocupación por el uso de imágenes de personas sin su consentimiento.
El documental «Marcial Maciel: El lobo de Dios» expone la magnitud de los daños causados por el sacerdote, quien abusó de al menos 60 menores de edad, y la compleja red de influencias y complicidades que lo protegieron. La figura de Maciel se ha convertido en un símbolo global del abuso sistémico y del silencio institucional en estructuras religiosas.
